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Renovarse o desaparecer: el desafío de la industria del turf

 



Johnson Griffin tiene más de 14 millones de seguidores en las redes sociales. A sus 26 años, es uno de los influencers más importantes del país del Norte. Griffin es el dueño del 2,5 por ciento de Sandman, el potrillo de tres años que ganó el Derby de Arkansas y luego fue séptimo en el de Kentucky este año. Se estima que sus publicaciones en TikTok, Instagram y X sobre Sandman tuvieron más de 35 millones de vistas sólo entre el 20 de marzo y el 5 de mayo. Griffin participó como invitado en la Round Table Conference, que se desarrolló la semana pasada en Nueva York, organizada por el Jockey Club Norteamericano para compartir su enfoque sobre cómo atraer a una nueva generación de fanáticos a las carreras de caballos. "He escuchado un millón de historias de gente apasionada por este deporte y se trata simplemente de tomar eso y mostrárselo a los jóvenes", simplifica Griffin.


Ganar audiencias, ser super ingeniosos, hablarle a la generación joven en el idioma de los nativos digitales, interpretar sus gustos y comodidades forman parte de los desafíos de una industria con menos marketing del que necesita para avanzar.


 Una vez por año, desde 1954, The Jockey Club, cuyo nuevo presidente es Everett Dobson, organiza la Round Table Conference para debatir e intentar hallar soluciones a los problemas del turf. En su concepción, es similar a los encuentros internacionales organizados por la IFHA y la Confederación Asiática. O a la Conferencia Panamericana, cuya última versión fue en 2017 y no se ha vuelto a repetir. Una lástima.


Hay un mundo hípico preocupado por identificar debilidades comunes y otro que pareciera disfrutar de la comodidad de que sean otros quienes hagan el trabajo. Personalmente, no descubro rápidamente quiénes están trabajando de manera proactiva por aquí para hacer de la generación de cristal los próximos aficionados de este deporte. Sí lo están haciendo para que al fin del día los hipódromos resulten sitios amigables, donde escuchar bandas musicales o comer un choripán gourmet sean experiencias magistrales. De allí a fabricar apostadores es otro cantar.


Los influencers influyen. Marcan tendencias. Ayudan a ganar elecciones. Tienen ejércitos de seguidores. Para muchos, lo que ellos dicen es palabra santa. Al turf de esta cuadra  le falta un embajador de marca, un motivador, alguien que inspire a ir a las carreras y no sólo de paseo. Le falta un Johnson Griffin.


El argentino Emiliano Coroniti tiene 153 mil seguidores en TikTok. Lejos de los 15 millones de Johnson, el hombre está conectando el mundo de los caballos con sus fans. El segmento que lo sigue no peina canas y la mayoría no sabría contestar qué es una trifecta, por ahora. No hace periodismo hípico en su show de streaming llamado "Turf Viejo Nomas". Sí lo divulga en una pecera en la que el deporte de las carreras no ha salido a pescar, todavía. Ah...  y como Griffin, también tiene un puro de carreras. Se lo han regalado. Que se sepa, nadie le ha obsequiado un puro a Tinelli cuando hacía 40 puntos de rating buscando repercusión. 


La manera de comunicar ha cambiado. La TV perdió contra el cable y el cable se está rindiendo frente al streaming. Y el turf casi no forma parte de esas plataformas. Acaso haya que romper con ciertos estereotipos en la manera de comunicar e instalar la industria de las carreras en una sociedad que ha mutado vertiginosamente. Una industria que no se adapte estará condenada a desaparecer. No importa cuán bueno sea tu producto, sino cuántos lo consuman. Y una manera de lograrlo es dando show, saliendo de la caja. Hagámoslo. 












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